Nuestra comprensión actual del mundo, de las relaciones y de las identificaciones de los roles sociales, como el género y el sexo, la familia, la jerarquía, corresponden a una visión del mundo desde la institución del patriarcado.
Desde esa óptica patriarcal, que ha ocupado a toda una Era de la Civilización, el elemento que ha ordenado la aprehensión del mundo es el falo, es decir, el rasgo uno, aquello que falta para sentirse completo (que es una de las definiciones conceptuales del falo) y que, en consecuencia, no es posible positivizar salvo de un modo imaginario o mediante un símbolo. Este símbolo que representa lo que completa la falta, ha sido representado como un pene erecto, pero puede ser representado por cualquier cosa que supuestamente represente aquello que realizaría la dicha de no sentirse mermado, desde un objeto inanimado hasta un objeto animado, como un/a sex-simbol.
Congruentemente con la idea fálica predominante, está la aceptación de la verdad como criterio de ordenación de los juicios (¿por qué la verdad tendría que ser lo definitivo que ponga fin a la búsqueda del sentido de las cosas?), la racionalidad como modo de alcanzar la realidad final del mundo (¿por qué la racionalidad tendría que ser el único modo de alcanzar esa verdad?) y el rechazo de lo contradictorio, lo diferente, lo plural.
También desde el patriarcado, que sólo encuentra sentido en el sostenimiento del falo como la posibilidad de completud y dicha plena, el efecto de sometimiento a la autoridad fálica es aprovechado para ejercer el dominio social.
La lista de los efectos y el orden establecido por el patriarcado fálico no está ni mucho menos completa, pero sí que aunque limitada, esta brevedad aquí expuesta da una idea de a qué me refiero con la expresión del orden fálico del patriarcado.
Desde el patriarcado fálico se ha teorizado el mundo mediante valores que han representado este carácter único, o su ausencia (el uno, el cero, lo verdadero, lo falso, la razón, lo idéntico, lo universal, lo singular…) y en lo social, se ha dado como un hecho establecido, aceptado como evidente y sin crítica pues no precisaría demostración, es decir, de forma axiomática, que existe un dominio natural del macho sobre la hembra y del más fuerte sobre el más débil. Esto es así, se diría, es un hecho de evidencia inmediata y no admitiría crítica.
Así que el falicismo, el patriarcado, son hechos inmediatos que vendrían dados y suministrados “por defecto” por la naturaleza. El orden del mundo sería fálico y la naturaleza impondría a los humanos esa ley fálica. Acorde con esta idea, para comprender la función del padre, Freud utilizó un mito por medio del cual esa función se temporaliza en dos tiempos: un primer tiempo de dominio absoluto en el que el padre aparece como el amo absoluto, y un segundo tiempo en el que ese padre primordial ha sido asesinado y sustituido por su símbolo, dando así lugar a la ley (Tótem y tabú)
Ese padre primitivo es destacado en el mito por ser brutal y por ejercer el goce sobre todas las cosas, desde el goce sexual sobre todas las hembras hasta el goce del poder sobre el resto de machos hijos. Sin embargo, de esta figura, que se nos presenta dada en sí misma, como caída del cielo, sin necesidad de recurrir a ninguna anterioridad o circunstancia que no sea a sí misma, no obstante, no puede darse lógicamente sin el consentimiento de las hembras. Serían las hembras las que consentirían y desearían su existencia como padre generador.
En el mito, sería dable pensar que son las hembras las que eligen y marcan a un macho como el padre, el amo, por cuyo través y con referencia a su deseo, por proximidad, se jerarquizan y ordenan socialmente. Por así decir, el padre es un invento femenino que ordena socialmente e instaura la sociedad de las hembras. Las hembras nacen al mundo humano mediante la instauración de un símbolo que las ordena socialmente y orienta su deseo más allá del deseo de hijo.
La creación de este símbolo femenino, que es el Padre, ordena, a su vez, al grupo de los machos y el resto de esta historia sobre la aparición de la ley ya es conocida mediante el mito de tótem y tabú.
De este modo, el mito del origen del orden humano aparece como más en consonancia con cúmulo ingente de datos que apuntan hacia una primacía aparente de lo femenino. Este enfoque del asunto es asimismo plenamente congruente con los datos que provendrían de las observaciones de los mamíferos grupales en estado salvaje o de naturaleza, que está sometido a ciertas regulaciones. Es posible aceptar como criterio que el grupo de las hembras acepta, y se somete, el dominio de un macho que ha resultado apto para la transmisión de ciertos rasgos genéticos de carácter, como aquél que sería portador genéticamente de más fuerza, de mayor sentido territorial, más inteligencia, etc. Es una selección que quedaría librada a la competencia entre machos. Entre tanto, las hembras esperarían a ser fecundadas mayoritariamente por ese macho, pero no solo. En razón de la proximidad a ese macho, el grupo de hembras se jerarquiza y establece su sistema de rivalidades.
El problema en el mito se plantea en el paso de la poligamia a la monogamia, conservando ciertos restos de una existencia poligámica. Aquí aparece, en Freud, la alianza entre hermanos tras el asesinato del padre primitivo. Pero es un hecho que la monogamia es aceptada por las hembras, y en algo ha de beneficiarlas, del mismo modo que las beneficiaba la existencia del harén en el gineceo ordenado.
Abandonando el mito, puede aceptarse que es un hecho que son las mujeres las que buscan un padre, para sus hijos, y erigen a un hombre en esa categoría. La mujer hace padre a un hombre, y también lo destituye si no está a la altura de lo esperado.
Iré añadiendo los comentarios que hago sobre este tema en otros lugares, que creo que lo complementan adecuadamente
ResponderEliminarÚltimamente estoy trabajando sobre la cuestión y me ha dado por pensar (mal en espera de acertar) sobre eso del paternalismo y tal. ¡Pero coño! me he dicho ¡Pero si quienes inventan al padre son las mujeres! ¡Ay la hostia! Que los tíos mandamos y nos tenemos por padres por procuración, porque te dicen que a mandar, y vas y mandas, y porque alguien te dice que tú eres padre, y que como no te comportes, te mandan a paseo y ya dejas de serlo, y eso. Y si te mandan a paseo, te tienes que buscar a otra que la convenzas de que serás un buen marido y padre pa que te deje eso que tú quieres, además de la cerveza y los partidos de fútbol por la tele, que con eso ya te arreglas tú solo. Con lo otro también, pero no es lo mismo.
Y con respecto a lo masculino y femenino que hay en cada uno... pues vale. Lo que sea con tal de poner a caldo, o mejor, a prueba la institución del patriarcado. A la del matriarcado también, pero a esa la dieron de baja oficialmente, en el año... en el añooo... no me acuerdo, porque yo era muy pequeño; hasta creo que ni había nacido, aunque cuando nací me encontré una señora madre con todos los cojones puestos, que mandaba más que dios, y eso que dicen que no había matriarcado. ¡Si, si! ¡Y unos cojones! Pa que te lo creas y vayas de pardillo por la vida, ¡atontaoooo! Que si no ¿quién me decía que como no comas te arreo? Pues la institución del matriarcado.
Con pleno matriarcado en la cara, con eso me desperté al mundo. Luego vino lo del padre, porque mi madre me lo dijo: Este es tu padre. Pues vale. ¿Y pa qué sirve un padre? Es el que trae los dineros y el que manda. ¿Cómo que el que manda, si la que manda eres tú? Bueno, vale, pero yo le dejo y él lo hace muy bien. ¡Aaaaah! Pero el jodío padre impone. ¡Vaya si impone! Como que no le tosas ni le contradigas, porque te mira y te ha fundido. O sea que sí que es verdad que trae los dineros y manda. ¿Pero cómo es posible que lo dejes mandar a él, si la que de veras manda eres tú, mami?
Y uno, pequeñito como era, no entiende un carajo de para qué realmente le sirve un padre (para lo que le sirve una madre, si; eso parece más o menos claro), si no es para acojonarlo a uno, rivalizar con él si se puede (a lo más que llegas es a querer ser como él cuando seas grande) y hacer como que uno es chulito y que también chuleará a las mujeres, porque como ya es mayorcito, le toca que alguna le haga caso a pesar de esos cuatro pelos roñosos que le salen en el mentón y le hacen de hormigillas en el bigotillo, la cara pasmao que se le ha quedao después del estirón y con una voz bitonal que se disimula hablando poco y engolando.
Pero a quien le sirve el padre es a la madre, que se lo folla. No solo se lo folla (o sea, que le deja a ese bruto que folle con ella, que en el fondo es lo primero que quiere en su orden de preferencias), sino que ella espera que la quiera, que la trate bien, que cuando hayan hostias, él de la cara pa que se la partan, y demás. Y, de paso, ella se siente la preferida si previamente lo ha elegido a él como siendo la hostia marinera. Entonces, se siente amada y que no le va a faltar nada (las sorpresas y desencantos vienen después, no vayas a pensar...) Y muchas más cosas, que anunque vengan a cuento, contarlas sería hacer la cosa demasiado larga
Y un padre también les sirve a las hermanitas. A esas también les sirve el padre: se pasan el puto día intentando seducirlo pa ver quién es la preferida, y si el padre la prefiere a ella, a la madre o a la bruja de la hermana. ¡Y coño qué pesás se ponen con que las quiera el padre! En el fondo, lo que creo es que por quien se quieren hacer querer es por la madre, pero ¿con qué seduce una niña a su madre? Que eso del padre, la seducción y el rollo del pollo, es una ditsracción que engaña un ciento, y que lo que interesa es llevarse bien (lo de bien es un decir, je, je, porque se llevan, pero para llevarse mal y para poner a punto las envidias y los celos, que eso debe estar siempre en plena forma y hay que entrenarse cada día, je, je) con la madre y las amigas. Además, si lo que quiere la madre es al ganso ese que cuando llega a casa se tira en el sofá y algunos pedos, pues será cuestión de hacerse querer por él pa tenerlo distraido y abobao, y que no se fije tanto en la madre ¿no?, porque de lo que se trata es de ser la preferida, que eso debe ser una de esas leyes emergentes simples que la gobiernan biológicamente a una para eso del reproducirse.
Me traigo pacá (sin su permiso, pero no creo revelar ninguna intimidad y lo considero un comentario que me parece de interés general) un comentario de Angie sobre le tema, y luego sigo:
ResponderEliminarVerás:
lo primero que me vino a la cabeza leyéndote, fué... el beneficio. Sí. A quién beneficia lo del Padre? Porque según me parece entender de lo que dices, el beneficio lo tendría la mujer, así trinca a uno que los mantenga a ella y su cría, no es eso? Le come el coco al macho con ese premio de dar el Nombre y a cambio le encasqueta el muerto de la responsabilidad.
El hecho es que en sociedades matriarcales (algunas que quedan por ahí en selvas perdidas) donde los niños son de la comunidad y responsables son todos, esos problemas de la mujer no se dan. La madre sabe que sus hijos son suyos y tiene un vínculo especial con ellos por muy comunitarios que sean. Otro tanto pasó en las comunas hippies. Los problemas surgieron con los hombres. Los que "necesitan" saber cuales son sus hijos son ellos. Casi todos los mamíferos tienen esa conducta de "propiedad" sobre sus crías, y de exclusividad de la hembra.
Ea, y ya no te digo más, que pa empezar ya está bién. Te toca, jejeje.
En primer lugar agradecerle, como ya no sabría yo hacer suficientemente bien por lo que siento que le debo, a Angie su intervención. Sus comentarios me estimulan y hasta el presente, son lo único que he recibido como eco. Otra estupidez por ahí, prefiero ni mencionarla.
ResponderEliminarTal como presenté el asunto, pretendí plantear lo que llamaría los "lineamientos mayores" y dejar para la deducción de cada cual según su propio entender, que se sacaran conclusiones si es que la cosa hacía pensar a alguien.
Efectivamente, una de las primeras cuestiones que saltan al pensamiento después de leer el primer mensaje, es la del beneficio. ¿A quién beneficia la invención de un padre? O, ¿de qué modo la invención del Padre beneficiaba a la mujer? Una respuesta es la evolucionista: la mujer "trinca" a un hombre para que la proteja. Eso está bien. La proteja de otros hombres agresivos a cambio de sexo asegurado, que es lo que le ofrece al elegido. Y esto lo podemos ir desgranando fenomenológicamente.
Sin embargo, donde yo pongo en énfasis del beneficio no es tanto en la afianzación, digamos que, de un marido, sino por la función que desempeña el Padre en las relaciones femeninas. Si digo que el Padre es una invención femenina, me refiero a que el beneficio lo busco en tanto símbolo, en tanto se erige a un hombre a la categoría de símbolo. Simbolo ¿de qué? ¿Qué ocurre con el investimiento de una persona a la categoría de símbolo, por ejemplo, investirlo como Rey o Jefe? Una madre es incluso un elemento de lo Real, está en lo real, y la cría mantiene con ella una relación real: déjesela de amamantar y a ver cuánto dura viva. El Rey o el Jefe no están en lo real. Se puede prescindir de ellos y, sin embargo, cuando quedan investidos, las cosas cambian de tal modo que uno se asombra.
Con la invención del Padre ocurre de un modo distinto. ¿Para qué sirve un padre? La primera respuesta que yo encuentro está en mirar a la cocina, al gineceo, donde están las mujeres haciendo una vida en grupo. No se olvide que las mujeres viven solas, aisladas cada una en su casa, de forma individual, en nuestra cultura occidental, pero parece que en las sociedades primitivas, así como en la mayoría de sociedades que no tienen nuestra cultura, y sobre todo en las sociedades culturalmente islámicas, las mujeres viven en comunidades y su vida común se desarrolla en el llamado gineceo. Es lógicamente mucho mejor para ellas vivir en comunidades que de un modo aislado, aunque vivir en comunidad plantee problemas de convivencia.
Es posible que no sepa ni logre transmitir bien la idea que tengo. De todos modos, lo intentaré.
En el gineceo primitivo, si es que es posible pensar un estado de cosas semejante, con la llegada del Padre, donde no había más que rivalidad, aparece un orden, y el conjunto de las relaciones entre las hembras se ordena en función a un referente. ¿Por qué este elemento ordenador y creador de la jerarquía, no es la Madre Primordial, la jefa, la preferida, la Matrona, o como quiera llamarse? Yo creo que eso ya es así. La Madre, la mujer, que es digamos "la jefa", ya organiza y ordena el gineceo, pero es una de ellas.
¿Qué la haría diferente, si es una más; qué rasgo sería el que marca la diferencia con las demás hembras, por qué la obedecerían y se dejarían ordenar por ella; por qué las demás hembras acatarían el deseo y la voluntad de una de ellas, por encima de la de cualquier otra? Una respuesta fácil es que es la madre de todas (no necesariamente), que es la que tiene experiencia, la que sabe, la que echa una mano. El vínculo de sangre y la jerarquía de la edad se podrían proponer como respuestas válidas. En los grupos de primates en estado salvaje (no tengo todos los datos que me gustaría tener, pero me hago una idea) esa organización del grupo de hembras existe.
Es cierto que el grupo de las hijas (hablo de chimpancés y bonobos) se reúnen en torno a la madre y, de entre estas, a la más veterana, a la más anciana, a la que tiene más experiencia, que es eregida como "jefa". Eso instaura un matriarcado. ¿Por qué el Patriarcado? La tesis que se sostiene comunmente es que el patriarcado se impone por el macho al grupo de hembras, pero yo digo ahora que eso es así porque las hembras quieren. Con eso obtienen, ya digo, beneficios sobre la protección y cierta estabilidad genética, permitiéndose, no obstante, la entrada de extranjeros y genes múltiples para mantener también la otra ley biológica de la variablidad genética. El macho jefe no lo tiene permitido todo sobre el grupo de hembras, que lleva su vida y su jerarquía y la complejidad de las relaciones, propia.
Pero ¿por qué cede la Madre el poder de ordenar al grupo (la comunidad de machos y hembras) a un Padre, e inventa el patriarcado en detrimento del matriarcado?
Digo que, tanto en las sociedades culturalmente diferentes al modo de vida europeo-occidental, como en las sociedades de primates, los hijos varones o los machos son expulsados del gineceo (que no necesariamente es un espacio físico como la cocina y el patio adyacente, en las casas de las sociedades asentadas) a partir de cierta edad, habitualmente en la pubertad. En las culturas humanas, el momento de la separación o expulsión del varón del gineceo se marca con un ritual de iniciación. Este ritual marca a los varones como hombres, lo que quiere decir que dejan de depender de la madre y han de valerse por sí mismos en el grupo de los hombres, y a las mujeres como sexual y reproductivamente capaces, pero sin abandonar el gineceo. Incluso aunque el gineceo no exista como un lugar físico, es algo real en un espacio virtual en las relaciones entre las mujeres. La distancia actual se soluciona mediante el teléfono y el gineceo pervive virtualmente.
ResponderEliminar¿Por qué la "jefa" iba a aceptar que un varón-macho le impusiera la ley y el orden en su feudo-reino? ¿Por qué iba a ceder ciertos privilegios a alguien que viene a imponerle su ley, precisamente a un macho del grupo, que va a ser distinguido por cualquier rasgo absolutamente arbitrario: el más guapo, el más fuerte, el más viejo, el más inteligente, el más...? ¿Es que es el macho el que viene, con su fuerza bruta, a imponerse a las hembras? Evidentemente que no, porque es expulsado inmediatamente con energía y violencia, de modo que para que su "mandato" sea efectivo, ha de ser aceptado por todo el grupo de hembras, pero, sobre todo, por la "jefa".
Creo que todos tenemos capacidad de deducción, de modo que yo planto las preguntas y si las dejamos así, es posible que encontremos una diversidad de respuestas. Incluso otras formas de plantear la cuestión distintas a las mías, que puedan servirnos de contraste.
La cuestión que tratamos aquí, puede abordarse desde distintas ópticas. Hemos empezado por la antropológica, y tendríamos que haber sido precavidos compilando la bibliografía necesaria o imprescindible.
ResponderEliminar¿Es cierto que en el gineceo "manda" un hombre? Evidentemente que no. ¿Es cierto que cada componente del gineceo tiene como puntos de referencia a la madre, al padre, y a las hermanas? Si, yo creo que sí, que a pesar de esa separación de mundos, entre el mundo maternal e infantil en el que habitan las mujeres en el gineceo, la referencia, el deseo (sexual), está afuera del mismo.
Si seguimos por la vertiente antropológica o etológica, nos encontraremos con un punto en el que, necesariamente, nos veremos obligados a "inventar", a deducir, a suponer, a plantear hipótesis. Es el punto en el que la fenomenología directa, la empiria, no proporciona los datos que faltan para comprender. Aunque sea un tópico decirlo, ese es al punto al que quería llegar: al punto del obstáculo empírico.
Este punto lo marco por la necesidad de una fenomenología a partir de las preguntas que Lambert se formuló en su Neues Organon, de 1764: "¿Se ha negado la naturaleza a otorgar al hombre la fuerza suficiente para marchar hacia la verdad? ¿Se ofrece la verdad bajo la máscara del error? ¿Oculta el lenguaje la verdad con términos equívocos? ¿Existen fantasmas que, fascinando los ojos de la inteligencia, le impidan percibir la verdad?" La respuesta a la cuarta pregunta es la fenomenología. Creo que es aquí hacia donde me ha traído la cuestión.
JM Gasulla
No me he olvidado de este hilo. Al revés, que lo sigo teniendo muy presente. Sin embargo, me he encontrado con cierta detención, con un frenazo. ¿Dónde? Pues cuando pretendo dar el salto del mito a la aserción de que el padre es un invento femenino. No puedo desplegar un desarrollo histórico de la cuestión, con alguna garantía mínima de verdad. Lo que contemplo es un océano de conjeturas, todas probables, ninguna segura o cierta.
ResponderEliminarPero ese escollo histórico, incluso argumental razonando tanto con el mito como con la historia, me queda bastante paliado, para mi propia satisfacción, si la deducción, en vez de hacerla histórica o mítica, guiándome por la estrella del beneficio posible para la mujer tras la invención del Padre, me inclino más por un análisis de lo que hay, lo que nos daría como resultado una estructura atemporal. Veríamos después, si esa atemporalidad lo es tanto, o qué partes de la estructura se desarrollan con el tiempo, y qué partes no.
Me adentraré por ahí, si no hay inconveniente.
No hay ninguna razón "natural" por la que el padre le deba su existencia a nada. Yo me imagino que, a nivel de la especie, o más aún, a nivel de la vida, que es lo que parece que le importa a la naturaleza, el hecho de que en el seno de cada especie existan dos clases de individuos para perpetuarse es una colosal solución para permitir la complejidad de la vida. Los seres simples se reproducen por partición, los seres complejos nos reproducimos por sexuación, por lo que se puede deducir que la reproducción sexual permite la complejidad en cualquiera de los dos grandes reinos: vegetal y animal.
Asimismo, esta complejidad sexual da a entender que el conjunto de la vida podría entenderse como un superorganismo compuesto por múltiplicidad de organismos más simples, y que del mismo modo que en nuestro organismo, unas partes dependen de otras y no sabrían vivir sin las demás, todos los seres del planeta están organizados entre sí de forma enteramente dependiente los unos de los otros.
Esta metáfora de un organismo complejo compuesto por la suma de todos los organismos vivos del planeta, que dió pie a la noción de Gaia, es decir, considerar al planeta entero como un ser vivo cuya inteligencia sería la suma de todas las inteligencias, no está mal como visión poética, pero plantea algunas cuestiones espinosas para ser aceptada, de modo que me quedo en el nivel de una función que no es necesaria para la vida del planeta ni siquiera para la vida de la especie humana y que, sin embargo, existe y ejerce sus efectos de un modo notable. Me refiero, de nuevo, a la función de un padre.
Así que he partido de la idea de que un padre no es necesario para nada. En la misma línea, advirtiendo que no debe confundirse la función ni la realidad biológica de un hombre (macho) con la realidad humana del Padre, que es de otro orden completamente distinto, y es una confusión fácil en la que se cae a menudo.
ResponderEliminarSin embargo, con el padre veo al símbolo funcionando de forma autónoma. Independientemente de que se le asigne una realidad biológica, que se asegura actualmente con las pruebas de ADN, lo que se garantiza es que, efectivamente, hay padre, sea biológico o de la clase que sea, que poco importa. Es decir, que independientemente de que uno naciera de una col o por generación espontánea, hay algo a lo que se le llama Padre y que, necesariamente, marca dos deseos: el deseo de una mujer hacia un hombre, y el deseo de un hombre hacia una mujer, y algo más.
¿Qué significa que hay padre (sea biológico, o de la clase que sea)? Pues, a mi modo de ver, que la existencia del hijo se debe a un deseo de la mujer, y ese deseo es sexual. El padre es lo que marca el deseo sexual de la mujer, que no es sólo deseo de hijo, porque ese deseo de hijo puede existir sin necesidad de deseo sexual y, en consecuencia, sin la necesidad de un compañero sexual. Así que el padre es una consecuencia que auna, a la vez, el deseo sexual de la mujer, y su deseo de hijo.
Entonces, el padre es el símbolo de un deseo de la mujer, que es doble: por un lado, su deseo sexual con un hombre; por el otro, su deseo de hijo. Y hablo de deseo sexual, no del deseo de la protección del hombre ("?") y tampoco del deseo de colaboración en la crianza (mucho más efectiva la colaboración de otras mujeres, como se demuestra en las escuelas maternales), porque, por lo general, el común de los hombres se ha mostrado torpe en esas tareas (no tiene, evidentemente, el mismo interés que la mujer), hasta que, de nuevo el deseo femenino insta y fuerza al hombre a asumir ese deseo de crianza femenino como propio.
En cierto modo, el compañero de la mujer occidental actual se ve impelido a sustituir a las otras mujeres del gineceo, en las tareas que probablemente se compartían o se comparten en otras culturas. Yo me temo que la motivación, hoy por hoy, es distinta en una que en otro, y que la mayoría de hombres sienten cierto desconcierto cuando deben asumir un papel de "compañera" para el que no han pasado ningún tipo de preparación. Se improvisa, y mal, a pesar de presuponer buena voluntad y deseo de no fracasar.
JM Gasulla
Así que la idea que quiero dejar como la más "preformativa", es que la existencia del padre es la marca del deseo de la mujer, tanto su deseo sexual como su deseo de hijo.
ResponderEliminarSin esa marca, un hombre no es más que un hombre; no es un padre. Pero que un hombre sea un padre, no significa que sea efectivamente un padre, es decir, que ocupe en el deseo de la madre, ese lugar, porque puede ser destituido.
Y puede ser destituido en función, creo yo, de que cumpla con las expectativas de esa mujer concreta en relación a sus necesidades: por un lado, su necesidad de resolver su relación con el falo, delegando en el hombre (o invistiéndolo) con el ropaje de lo que no es (el falo); pero también su necesidad de resolver aquello de su deseo que no es directamente fálico, y que en las culturas grupales se ha distribuido en el gineceo, es decir, compartir sus inquietudes y disfrutar de la relación social, o dicho de otro modo, de la construcción de una red de relaciones sociales. Otras cosas, ya veremos si las abordo de modo autista o si las compartimos al modo femenino.
La idea simple a retener, según yo veo el asunto: el padre es un símbolo del deseo femenino, tanto sexual como de hijo.
Sin embargo, la existencia de ese símbolo introduce en el psiquismo humano la posibilidad de influir o alterar un determinante genético de la conducta, como sería la jerarquización de las relaciones.
JM Gasulla