Nuestra progresiva inmunización, por lo demás inevitable, frente a la barbarie, está siendo muy bien aprovechada por quienes hacen de ese acostumbramiento su medio promocional. Desde los informadores, que venden el horror en sus periódicos o en las ondas, pasando por los políticos y concluyendo en quienes efectivamente se enriquecen con nuestro horror acostumbrado, las matanzas venden bien.
Dedicado a las reflexiones sobre la vida, la mía, la de otros, la salud y la enfermedad y cosas así, en serio y en broma. También, en este lugar pretendo que tiempo y el espacio se vuelvan íntimos. JM Gasulla

martes, 17 de abril de 2007
Matanza escolar en EEUU
Poseer un arma es tener en la mano el poder de matar a un congénere o a cualquier cosa que se quiera considerar como objetivo.
Debe haber un goce en el acto de matar a otro. En consecuencia, poco menos que imposible impedirlo, si se sintió el poder con un arma. Además, en EEUU es un derecho constitucional que se potencia y se justifica creando climas de miedo, como mostró Michael Moore en sus filmes. Que regularmente haya una matanza, sea de estudiantes, de ciudadanos, de soldados o reventados por un cinturón de explosivos un día cualquiera en un mercado iraquí, forma parte de nuestra naturaleza. Y aunque los gobiernos se apliquen (con violencia) a reprimir esa violencia, habrá que "vacunarse" contra las emociones de rechazo que nuestra civilización ha logrado introducir en nuestra percepción y construcción de la realidad. La vacuna viene de los medios de información y de difusión de la información.
Nuestra progresiva inmunización, por lo demás inevitable, frente a la barbarie, está siendo muy bien aprovechada por quienes hacen de ese acostumbramiento su medio promocional. Desde los informadores, que venden el horror en sus periódicos o en las ondas, pasando por los políticos y concluyendo en quienes efectivamente se enriquecen con nuestro horror acostumbrado, las matanzas venden bien.
Nuestra progresiva inmunización, por lo demás inevitable, frente a la barbarie, está siendo muy bien aprovechada por quienes hacen de ese acostumbramiento su medio promocional. Desde los informadores, que venden el horror en sus periódicos o en las ondas, pasando por los políticos y concluyendo en quienes efectivamente se enriquecen con nuestro horror acostumbrado, las matanzas venden bien.
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